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lunes, noviembre 06, 2006

Los 300 Héroes



Siempre de pequeño llevé cargada la memoria con una simple historia de heroísmo o locura.
La convicción que la vida es una herramienta para transformar lo que parece adverso en victoria, y hacer perdurable lo común, como puede ser la muerte en combate.
Durantre años recordé como se llamaba esa película, vista un sábado cualquiera en el viejo canal 11. Para un chico de pocos años esas películas donde la muerte era una parte certera de la película, donde no se veían tripas ni tanta sagre burda como hoy, era un ejemplo y una lección de historia (torpe, como la historia de hollywood).
Hoy la vuelvo a encontrar y veo que un grande como FRANK MILLER, hizo una hermosa adaptación y se verá en el cine el año que viene.



HEROÍSMO EN LAS TERMÓPILAS
En el año 480 a.C. los campos de Grecia retemblaron al paso del ejército invasor más formidable hasta entonces visto. Jerjes, monarca absoluto de dominios que se extendían 5.000 km desde Europa hasta la India, avanzaba a la conquista de la pequeña Grecia con todo el poderío militar de su gigantesco imperio. Pero en una hazaña que todavía parece increíble, los griegos infligieron una total derrota a los invasores, dando a la posteridad una razón para creer que hordas autómatas lanzadas por la voluntad de un solo hombre no siempre han de vencer a un pueblo de hombres que luchan por defender su vida, su hogar y sus leyes.
Jerjes era el segundo déspota persa que invadía Grecia. Diez años antes, en 490 a.C., Darío, padre de Jerjes, había enviado una expedición para castigar a Atenas por su participación en la fracasada sublevación de las ciudades griegas de Jonia, poco tiempo antes avasalladas por el Imperio persa. Los atenienses conjuraron la amenaza en la batalla de Maratón, empujando al Ejército de Darío hacia el mar. Ahora, Jerjes se disponía a vengar la afrenta al orgullo de su desaparecido padre. Para realizar la invasión con una fuerza poderosa Jerjes echó mano de todos los recursos de su reino. «Durante cuatro años —dice Heródoto— se reclutaron tropas y se prepararon provisiones y equipos». Instaló depósitos de abastecimientos a lo largo de la ruta que proyectaba seguir. Miles de súbditos trabajaron bajo el látigo abriendo un canal en el istmo de Athos. Envió delegados a todas las ciudades griegas, menos Atenas y Esparta, para exigir las habituales pruebas de sometimiento: tierra y agua.
Jerjes reunió unos 180.000 hombres y 800 trirremes. Cuando todo estuvo listo Jerjes condujo sus legiones desde Asia a Europa a través de dos puentes flotantes tendidos sobre el Helesponto. Los puentes tendidos medían más de 1.500 metros. Uno fue construido por los egipcios y el otro por los fenicios. Apenas terminados, una violenta tempestad los deshizo. Jerjes se irritó sobremanera y ordenó que el estrecho del Helesponto recibiera 300 azotes y que se arrojaran en él dos grilletes. Ordenó también que los responsables de la construcción fueran decapitados. La insensata orden fue cumplida, y otros ingenieros se encargaron d elas obras. Esta vez unieron las barcazas con cuerdas dobles, y los puentes se mantuvieron firmes. Entonces, Jerjes tomó una copa de oro, vertió vino en el mar y, vuelto el rostro hacia el sol naciente, oró para que nada impidiera cosnumar la conquista de Europa. Arrojó luego la copa a las aguas y el Ejército comenzó a cruzar el estrecho.
Desde un trono de mármol, en lo alto de la colina, observó Jerjes la marcha del Ejército. El cruce requirió siete días con sus noches. El Elército de Jerjes ofrecía un espectáculo impresionante al bajar por las montañas de Asia para ganar la costa, cruzar el puente de barcas y penetrar en Europa. Toda la humanidad parecía haberse unido para destruir Grecia. Iban juntos medos y persas tocados con blandos sombreros redondos; escitas del Caspio, la cabeza cubierta con puntiagudos sombreros de cuero y blandiendo hachas; árabes en sus camellos; guerreros de Tracia con gorros d epiel de zorro; indios armados con arcos de caña y flechas; etíopes de tez oscura cubiertos con pieles de leopardo. Pero entre todos esos guerreros, los persas eran los mejores y los mejor equipados. Relumbrantes con sus adornos de oro, traían consigo a sus mujeres y sus servidores en carruajes provistos de todo lo necesario para el viaje, y los acompañaban camellos y mulas con alimentos especiales.
Ya en la orilla opuesta, el monarca persa ordenó un desfile general de sus tropas, y tal fue su emoción que llamando a Demaratos, renegado espartano adscripto a su séquito, le dijo: Dime, ¿se atreverán los griegos a levantar la mano contra mí? Demaratos le contestó: Señor, bajo ninguna circunstancia aceptarán los espartanos condiciones que signifiquen su esclavitud; combatirán contra vuestro Ejército aunque el resto del país se someta. Son libres, sí, pero no enteramente: tienen un señor, y ese señor es la ley, a la que temen mucho más de lo que os temen vuestros súbditos. Sin inquietarse por estas serias advertencias, Jerjes inició su larga marcha a través de Grecia. Avanzando a la par, la Armada navegaba cerca de la costa y el Ejército seguía por la ribera. Sin hallar resistencia atravesaron Tracia, que ya era parte de los dominios de Jerjes, y cruzaron Macedonia y Tesalia.
El Oráculo de Delfos, centro principal de la predicción del futuro, aconsejó a los atenienses que depositaran su confianza en la "muralla de madera". Algunos lo interpretaron como una ausión a la Acrópolis, que había estado rodeada de un cerco de troncos espinosos, pero otros, incluido el nuevo líder ateniense Temístocles, convencidos de que la muralla de madera aludía a las naves, decidieron alistar la flota.
En el istmo de Corinto, la lengua de tierra que une a la península del Peloponeso con el resto de Grecia, los representantes de 31 ciudades-estados, entre ellas Atenas y Esparta, formaron una alianza. Convinieron presentar batalla en el desfiladero de las Termópilas, donde las montañas caen a plomo hacia el mar, y en enviar una flota a Artemisium, junto a la isla de Eubea, para interceptar a la Armada persa. El comando de la alianza fue confiado a los espartanos, pero en lo íntimo de su corazón éstos solo pensaban en salvar el Peloponeso. Sólo como un gesto enviaron a uno de sus reyes, Leónidas I, con 1.400 hombres, de los cuales sólo 300 eran espartanos.
Antes de salir de Esparta, los trescientos lacedemonios celebraron sus propios funerales con juegos solemnes. Al despedirse de Leónidas, le preguntó su mujer: ¿Qué encargo me dejas? —Te dejo, respondió, el de casarte con un valiente digno de mí, y que te haga madre de hijos que mueran por la patria.
Asombrado que algunos griegos se preparaban para resistir en las Termópilas, Jerjes envió a un espía persa para que vigilara al enemigo. Las tropas que éste vio resultaron ser los espartanos, algunos de los cuales hacían ejercicios y otros se peinaban, según lo hacían siempre los espartanos antes de enfrentar la muerte.
Las novedades confundieron a Jerjes, que no podía comprender que una fuerza tan pequeña pudiera oponerse a su Ejército. Envió el rey de reyes un mensajero a los espartanos con esta frase : Entreguen las armas. Leónidas respondió: Ven a tomarlas. Jerjes aguardó cuatro días a la espera de que los griegos cambiasen de actitud y huyeran; finalmente el quinto día hizo avanzar a sus tropas con la orden de capturar vivos a los griegos y traerlos a su presencia.
Los centinelas anunciaron entonces a Leónidas: Ya tenemos a los persas encima. —Antes bien, repuso el rey espartano, los tenemos debajo. Los espartanos, tespios y otros aliados repelieron todos los asaltos, incluso el de los "diez mil inmortales", el cuerpo de élite de Jerjes considerado "invencible", e hicieron ver claramente al orgulloso monarca persa, que tenía en su Ejército muchos hombres pero pocos soldados. Una y otra vez durante dos largos días los batallones de Jerjes atacaron a los defensores del paso sin lograr romper sus líneas.
Al séptimo día un traidor griego, Efialtes, explicó a Jerjes cómo sorprender a los espartanos por la retaguardia. Supo entonces el déspota persa de un sendero secreto que atravesaba la montaña, y en horas de la noche envió a guerreros escogidos para que atacaran a los espartanos por la retaguardia.
Por orden de Leónidas la mayoría de las tropas confederadas se dispersaron, y sólo quedaron 700 tespios para apoyar a sus 300 espartanos en la resistencia final. La ley decía a los espartanos: Morid primero que abandonar el puesto de batalla. Como era su costumbre, éstos se prepararon para la muerte en absoluta calma y tuvieron su última comida cerca del amanecer: Entonces Leónidas les dijo: Esta noche estaremos cenando con Hades.
La refriega comenzó con una lluvia de dardos y flechas provenientes de los arqueros persas. Un hoplita exclamó en ese momento de desolación: Los persas lanzan tantas flechas que obscurecerán al sol. Leónidas contestó lacónicamente: Mejor, así combatiremos a la sombra.
El Ejército persa se adelantó para atacar, sabiendo que los griegos no tenían escapatoria. Los comandantes persas descargaban los látigos, azuzando a sus hombres sin misericordia. Muchos cayeron al amr y se ahogaron; muchos más fueron arrollados y muertos a pisotones por sus compañeros. Nadie pudo contar el número de muertos.
Los griegos lucharon con temeraria desesperación. Con casi todas sus lanzas quebradas, mataban a los persas con la espada. Léonidas cayó tras luchar como un héroe. Sucedió una enconada pugna por la posesión de su cadáver; cuatro veces rechazaron los griegos al enemigo y finalmente, gracias a su arrojo lograron rescatarlo. Y así continuó el combate hasta que llegaron tropas persas de refresco.
Los griegos se retiraron hasta la parte más estrecha del desfiladero, donde formaron un único y compacto grupo de combatientes. Allí resistieron hasta el último hombre, con la espada si aún la tenían, y si no con manos y dientes, hasta que finalmente, los persas los aplastaron.
Los muertos fueron enterrados donde habían caído, y más tarde los griegos colocaron sobre la tumba un epitafio que decía así: «Extranjero, ve a decir a Esparta que aquí yacemos por obedecer sus leyes».

jueves, octubre 26, 2006

Para envidiar... no sanamente, je

  • :1: Markus Frind (PlentyOfFish.com), 300.000 dólares/mes
  • :2: Kevin Rose (Digg.com), 250.000
  • :3: Jeremy Shoemaker (varios sitios), 140.000
  • :4: Jason Calacanis (blogs de 'Weblogs, Inc.'), 120.000
  • :5: David Miles y Kato Leonard (Freeweblayouts.net,), 100.000
  • :6: Tim Carter (AskTheBuilder.com), 30.000
  • :7: Joal Comm (varios sitios), 24.000
  • :8: Shawn Hogan (DigitalPoint.com), 10.000

Por supuesto, estos datos no son oficiales y existen otras personas que, sin ser tan extravagantes como para hacer públicos estos datos, pueden entrar perfectamente en esta lista.

Noticia obtenida de google.dirson.com

Es tarde...


Realmente no es tarde en cuanto a la hora, pero el cansancio y la cercania del fin de semana es tentador, uno quiere pasar el viernes por encima.
Me voy a acompañar al gordo y dormir hasta las 4am, al menos.

miércoles, octubre 25, 2006

Dicen que despues de la lluvia...

...siempre mejora.
Despues de los 35º en pleno octubre ¿por qué no puede hacer 15º?

martes, octubre 24, 2006

Como todo principio en algo nuevo habrá acierto y errores. La idea es recopilar informacion sobre campañas de Adsense y Adwords que es lo que mejor conozco.
Tambien veremos algunas informaciones y herramientas para mejorar la perfomance de éstas.
Por ahora les dejo este Link, que es una buena forma de empezar sin sobresaltos, lo tomé de www.emezeta.com, donde podrán ver otras entradas al respecto.

es todo por hoy.
K.